Pues depende. Si va a haber largas colas como sucede en los grandes museos los días festivos o en exposiciones temporales con impacto mediático, el cansancio y el aburrimiento harán pronto su aparición y podrán arruinar la jornada; también depende del contenido y temática de la exposición a visitar ya que algunas pueden impresionar desagradablemente a niños de corta edad, de la misma manera que hay películas para adultos y películas para niños, con todos los matices intermedios que puedan señalarse. El arte, por ser arte, no está exento, en ocasiones, de imágenes crueles o violentas. Y por último, depende de la edad y del temperamento del niño en cuestión: Quizás es más fácil ir sin mayores problemas cuando tienen menos de 5-6 años que en etapas preadolescentes o adolescentes. En estas puede ser una buena idea, quedar con amigos que tengan hijos con edades similares para que hagan la visita por su cuenta sin tener que estar pendientes de su actividad. A la salida, comiendo en un parque, o en el mismo museo si hay servicios de ese estilo, los comentarios sobre las diferentes obras vistas surgirán, posiblemente, de manera espontánea.
Fuente: Diarioviajero.com
Si los padres tienen la costumbre de visitar todo tipo de museos con frecuencia, desde que sus hijos tienen corta edad, es muy probable que esta actividad sea admitida de buen grado por los niños. Si es una actividad circunstancial o muy esporádica, tendremos, según la edad, diferentes grados de aceptación.
Normalmente, es aconsejable planificar una duración inferior a una hora «de un tirón», con la posibilidad de hacer descansos en patios interiores o gestionar la salida con el personal auxiliar sin perder el derecho a entrar de nuevo durante la misma jornada, para poder alargar la visita durante unos 30 o 40 minutos más.

Llevar algún libro, tebeo, cuento o juguete sencillo, no es una mala idea, para que el niño tenga la posibilidad de elegir —sin presionar o condicionar de manera «sibilina»— si no le interesa lo que la familia está viendo. Una tablet con contenido pedagógico también podría ser una herramienta útil si el niño no manifiesta un especial interés por lo que en las paredes se expone.
No obstante, debemos recordar que hay Apps para cargar en las tablets y/o en los móviles que ofrecen muy buena información sobre museos e incluso visitas guiadas cuando estás en su interior. Los museos más relevantes tienen la suya propia – la del museo de historia natural de NYC es apoteósica- e incluso tienen audioguias disponibles. Existen, al efecto, buenas apps de viajes que también las ofrecen. Por citar algunas: ArtCity, TrypAdvisor, City maps 2 Go… Y si el destino es Londres es imprescindible «Street Art London Map» donde están localizadas todas las obras de Banksy y «Museum of London: Streetmuseum».
Aquí y ahora habría que recordar lo que en otros post de alimentación hemos manifestado: obligar a comer fruta o verdura es contraproducente; pues lo mismo puede suceder si imponemos en los niños la asistencia obligada al museo, o el “empujarlos” a estar atentos a lo que allí se cuece, con la excusa de que mirar obras de arte es muy «saludable» culturalmente y nos hace mejores. Sería, de este modo, la mejor manera de conseguir que los niños rechazen el arte o la asistencia a museos, durante toda su vida.
Debemos conocer bien el temperamento del niño pues hay algunos que necesitan correr y saltar más que andar o pasear a ritmo «adulto», por lo que tenemos que estar seguros de que ese día en concreto esté concienciado en poder desarrollar una actividad menos física. Por eso, siempre hay que tener un plan B para que los padres puedan turnarse en atender las necesidades del niño. No obstante, en muchos museos hay espacios habilitados con material didáctico y/o audiovisual relacionado con la exposición, para que puedan alternar la visualización de las obras con el desarrollo de alguna actividad en dichos espacios. Hemos dicho alternar y no llevarlos directamente allí, como si no fueran capaces de disfrutar de la misma manera que los adultos.
Si el tema del arte sale a relucir con alguna frecuencia durante las comidas o en cualquier paseo por la calle, por ejemplo, mirando alguna estatua o algún otro elemento urbano en el que haya algo de diseño o pretensión artística, será más sencillo incorporar la visita a cualquier museo en nuestro programa de fin de semana.
Antes del día señalado, como aperitivo, se les puede mostrar en casa reproducciones de las obras que verán o del período estético o pictórico en el que estén encuadradas, sea en libros tradicionales, en postales, en tazas, imanes o en internet. Será interesante comprobar que en el museo habrá comentarios sobre la diferencia que encontrarán entre lo que habían pensado respecto del tamaño o los colores de la obra o de numerosos detalles que no habían sido apreciados en los libros o en las pantallas.
Debemos de evitar el excesivo intervencionismo cuando llegada la hora se pongan delante de las obras, ofreciendo información no solicitada; esto es, sería recomendable dejar que expresen las sensaciones que les sugiere el arte que tienen ante sus pequeños ojos. Su mirada es siempre fuente de sorpresas y se muestra desprovista de afectación o artificio.
El arte no figurativo puede necesitar, tal vez, una mirada más inocente y desprovista de intención cognoscitiva, animándoles a verbalizar las impresiones que están sintiendo, aunque comprobaremos habitualmente que el desconcierto que provoca en muchos adultos dicho arte, está ausente en la desinhibida mirada infantil. También sería deseable evitar expresiones como: «eso lo hace un nene de 3 años» porque no es tan sencillo enfrentarse a una lámina en blanco y realizar una obra que merezca recibir el apellido de «artística»; y si no, inténtelo ahora mismo y comprobará que crear algo original que tenga valor estético para poder mostrar a nuestros semejantes, no es una tarea instantánea ni banal.
Por otra parte, al no estar condicionados por una formación académica o ideológica previa, sus respuestas al plantearles preguntas suelen ser claras, lúcidas, divertidas y susceptibles de análisis. Deberemos, así mismo, estar preparados para poder responder con naturalidad y sinceridad, a las cuestiones que puedan plantearnos.
Ya hace años que los museos dejaron de ser templos fríos para eruditos entendidos y todos contemplan serios y provechosos planes para cooperar estrechamente con los colegios e institutos. En este enlace podéis leer un dossier impresionante de 150 páginas que recoge, en este sentido, propuestas pedagógicas para dar y vender.
Por último, con todos estos consejos y advertencias, espero que vuestra próxima visita con niños a un museo, se desarrolle con interés, alegría y con algo que nunca debe faltar: la capacidad de asombrarnos junto con nuestros hijos de lo que el ser humano es capaz, y mirar con curiosidad cualquier detalle de aquella obra que el artista efectuó en un pasado, reciente o lejano, con la plena y consciente intención de dar lo mejor de sí mismo y comunicarse con todos sus semejantes, cuando ya no esté presente. Ese es el verdadero sentido del arte: trascender y superar a la muerte.
“Ver, eso es lo que es difícil, vemos a veces, raramente. Miramos sin ver”, Pablo Picasso
Para saber más y direcciones útiles:
https://ddd.uab.cat/pub/edlc/02124521v16n3/02124521v16n3p451.pdf
http://www.museothyssen.org/thyssen/ficha_actividad/229
http://museosorolla.mcu.es/talleres.html
http://www.guggenheim-bilbao.es/actividades/perfil/ninos-y-familias/
http://www.museoreinasofia.es/educacion/actividades-infantiles
http://barcelonacolours.com/2015/01/23/museosninosbarcelona/
https://www.museodelprado.es/aprende/educacion/el-arte-de-educar/visitas-en-familia
http://www.diariodelviajero.com/museos/propuestas-para-la-familia-en-el-museo-del-prado